
Aunque compitan juntos, son rivales. No se fían uno del otro y viceversa. Desconfianza, se llama el juego. Paranoia, incluso. Pese a que Morena y PT formalicen una eventual alianza para la elección local de 2026, cosa que tendrían que hacer antes del 15 de diciembre del presente año, son enemigos íntimos en Coahuila.
De entrada, parten de un error de cálculo electoral: suponer que A + B = C, sin considerar que las sumas que restan son una de las máximas en política.
Si bien es cierto que tampoco hay que sobredimensionar las coaliciones, ni apostarle a éstas todo el éxito, o todo el fracaso, eventualmente sirven estas para generar una percepción de fortaleza contra los demás partidos no coaligados. Así sea sólo eso: una percepción.
Pero para Morena, aliarse con el PT en el estado, es una manifestación de incompetencia y admisión de culpabilidad. Un asunto de transversalidad, visto desde un punto de vista teórico-político, o de oportunismo descarnado si se aprecia desde la realpolitik.
Es incompetente por necesitar un aliado (Mejía) que han tildado de traidor, esquirol, sinvergüenza y malagradecido con todas sus letras en diferentes momentos históricos, en público y en privado, y depender de su participación para maquillar los resultados desfavorables a su causa.
Y es culpable, a 14 años de su constitución como partido político, de no simbolizar una opción que pueda ganar posiciones políticas en el estado por sí solo como ha hecho en la mayoría del país desde 2018, aún con todo el presupuesto federal a su favor y mayoría sobrerrepresentada.
Si Mario Benedetti concibió en su poesía una pareja que por la calle, codo a codo, es mucho más que dos, en el caso de Morena-PT, como tándem, sólo existen los codazos. Hay memoria y antecedentes.
Para bien o para mal, la revelación del proceso electoral 2022-2023 en Coahuila fue Ricardo Sóstenes Mejía Berdeja luego de 17 años de no radicar en el estado.
En la elección de Gobernador en 2023, en la Región Centro-Desierto, Mejía con el PT le ganó a Guadiana de Morena en 12 de los 13 municipios que la conforman y, en general, aventajó en el segundo lugar en 23 de 38 municipios, más de la mitad del territorio estatal dividido por municipalidades.
Su papel exagerado y caricaturizado como recalcitrante opositor sirvió de pegamento para indignados y catalizador de resentidos, capaz de avivar el resentimiento, su combustible social, gestando un fenómeno que bien podría tomar forma como corriente política minoritaria, aunque ruidosa, y trascender la coyuntura electoral: el Berdejismo, nombrado así bajo la lógica de que toda corriente populista invariablemente adopta el nombre de su líder providencial (Estalinismo, Chavismo, Obradorismo) y una fe religiosa en él.
Y aquí viene lo interesante: su ideología. Si el Obradorismo es en esencia fanático, el Berdejismo es fundamentalista; va más allá. Si los Obradoristas desconocen sistemáticamente las reglas pues el régimen les inflama la vena autoritaria, los Berdejos dicen “quítate, que ahí te voy”.
Mejía con el PT vació de contenido al emblema guinda, despojándolo de sus características intrínsecas, dejándolo sin sustancia ni materia aglutinante. Y ya para que parezca moderado a lado del Berdejismo, es que tenemos un grave problema.
Morena en Coahuila no es más que clientelismo rapaz. Encontró en Mejía la horma de su zapato. A su némesis.
En el proceso de selección de “coordinador de los (inexistentes) Comités de Defensa de la Cuarta Transformación” (eufemismo para no decir ungido único), Guadiana publicó un desplegado dirigido al entonces Presidente para quejarse amargamente de Berdeja y de las intrigas palaciegas en su contra, en octubre de 2022, como último recurso, tres semanas previo a la designación, titulado: “Ricardo Mejía Berdeja utiliza las instancias del Gobierno Federal con fines electorales”.
Una vez fue desplazado en la contienda interna para designar candidato a Gobernador, a los pocos días creó en paralelo al plano nacional un membrete que le serviría de coartada para mantener viva la idea que había sembrado ya en un colectivo: “Movimiento Coahuilense por la Cuarta Transformación”.
Luego de ser reconvenido en un par de ocasiones públicamente por el Presidente de la República para no usar la marca que considera propia, quitó el apellido insignia y acortó el nombre a “Movimiento Coahuilense”.
Luego de cooptar el Consejo Estatal de Morena a finales de 2022 (el cual no existe a la fecha, siendo Coahuila el único estado del país donde no hay uno en funciones), simpatizantes de Berdeja fueron expulsados del partido.
De Mejía, su candidato, el PT se deslindó públicamente cinco días antes de la jornada electoral de 2023, por presión de Morena y como acto de sometimiento al poder central. Exactamente a 24 horas de finalizar la campaña para Gobernador pese a no tener efectos legales por haber concluido en ese momento los plazos para sustituir candidato.
Ricardo Sóstenes, como respuesta, dijo al respecto que “sólo muerto” se bajaba de la contienda. La manita de puerco virtual se la aplicaron sin ser informado, mucho menos tomada en cuenta su opinión.
Había ocurrido ya en 2017. En aquél año 10 días antes de la jornada electoral el entonces candidato del PT a la gubernatura de Coahuila, José Ángel Pérez Hernández, declinó a favor de Guadiana, a la sazón candidato de Morena, ya con las boletas impresas con su nombre y sin la posibilidad legal de que sumaran sus votos. Ningún impacto tuvo la maniobra sobre el resultado final. Tal y como sucedió en 2023.
En 2024, por su parte, ya como comisionado del PT en la entidad, a escasas horas de expirar el plazo fatal para presentar candidatos propios, Ricardo Sóstenes publicó un video en Facebook para informar que aceptarían la coalición con Morena (en 33 de 38 municipios) “bajo protesta” debido a que no existió “equidad ni justicia” en el proceso de conformación, ni estuvieron de acuerdo “en algunas candidaturas” resueltas por designación directa, particularmente “de los municipios grandes”.
Cortita y al pie
Si la política es el arte de la negociación, Morena Coahuila ha fracasado múltiples veces. Si la política es la práctica de volver posible lo imposible, Morena Coahuila es incapaz de lograr acuerdos con otros grupos y organizaciones. Tropieza siempre con la misma piedra. No aprende la lección.
Si la política son posiciones intermedias y puntos de encuentro, Morena Coahuila no está dispuesto a ceder. El desdén que muestra por otras organizaciones, a quienes obliga a plegarse a su favor a cambio de nada, le ha dejado solo en la contienda. En ese sentido, quién en su sano juicio accedería a sus pretensiones, las cuales básicamente significan claudicar, entregar su emblema, y ser cooptado de manera voluntaria por el pez más grande.
No hay que olvidar de quién estamos hablando: un instituto político incapaz de celebrar alianzas en las elecciones locales de 2020, 2021 y 2023 por errores propios y de terceros pese a que lo intentó en las tres ocasiones con diferentes partidos y actores políticos. El problema está en otra parte. Bajo sus pies, concretamente.
La última y nos vamos
Por lo demás, cargarle a Sóstenes Berdeja el muerto de las campañas fallidas de Morena en Coahuila es un recurso facilón que pretende ocultar una realidad política estatal: los guindas no son víctimas, sino victimarios.
La elección de 2026 ocurrirá cuando acumulen casi 8 años en la Presidencia de la República como 4T, es decir, con todo el poder y recursos a su favor. Y pese a la enorme ventaja que ello supone, en ese tiempo su trabajo político y mérito en la entidad ha sido nulo, pues en 2020 y 2023 perdieron 16 a 0 las elecciones de diputados locales, y en 2021 y 2024 perdieron 30 a 8 y 33 a 5 respectivamente las elecciones de ayuntamientos, ambas estatales.
Culpar a Ricardo Mejía es, básicamente, disfrazar su incompetencia.