
Andy, mejor conocido como “No me digan Andy”, o merced a la investigación de Código Magenta como jefe de la “pANDYlla” que expolió Pemex el sexenio pasado con 15 mil millones de pesos en ganancias ilegales, llegó a Saltillo por cuarta vez en un año, la semana pasada, a partir de que fue designado como secretario de Organización de Morena en septiembre de 2024.
En otras circunstancias, y siendo otro el personaje, sus viajes subrepticios al Valle de las Montañas Azules representarían un honor para la ciudad, pues no es común que gente famosa (independientemente de las causas en que funden su fama pública) llegue a la capital de Coahuila para cualquier otra cosa que no sea comprar pan de pulque como souvenir, u orinar en una gasolinera del camino.
“Bonito Saltillo… nomás de pasada”, dice la frase.
Pero es Andy, y en este momento por cálculo político no conviene ni tomarse una fotografía junto a él para publicar en redes sociales como señal de algo (acalambrar opositores, según esto).
Ahora bien, de acuerdo con sus usos y costumbres (más allá de sus viajes al extranjero y gustos ostentosos exhibidos recientemente), el hijo homónimo del mesías Obrador, en un acto de contrición franciscana, paga una cuota de humillación al asentarse durante una temporada en el estado aquél donde haya elecciones, estableciendo un war room como si se tratase de un capitán de batalla.
Desde ahí, repito, en consonancia con sus prácticas de nepobaby con un año de experiencia en su primera chamba, al frente del partido guinda, organiza sus ejércitos (en un decir) y negocia capitulaciones anticipadas con el adversario (es otro decir).
Así lo hizo en Durango durante el primer semestre de 2025 pese a que había elecciones de Ayuntamientos también en Veracruz, una plaza en manos de la 4T desde 2018 y por tanto más asequible. Toma los retos difíciles, por así decirlo.
Pero le fue mal. En la capital de Durango quedó en cuarto lugar de la contienda, y en el estado no logró ganar la mayoría de municipios.
Con ese antecedente, Coahuila, electoralmente complejo y de dinámica particular, único estado con proceso durante 2026, debería ser su siguiente destino en la antesala de las definitorias elecciones de 2027, donde se disputará la revalidación del régimen en las urnas.
Por tanto, si se estableció entonces por meses en un hotel de la capital duranguense, la lógica simétrica indicaría que ahora lo haga en Saltillo. Ya sea en un cuatro estrellas (de cinco no tenemos, so sorry) o un Airbnb.
Necesitamos, pues, alojamiento para Andy. Un lugar donde pueda desarrollar sus “extenuantes jornadas de trabajo” (no se ría) y el dinero para viáticos, ha quedado claro ya, no es problema.
Sabiendo esto, ¿qué le podríamos ofrecer?
Acaso una aventura por la interminable Ciudad Mirasierra; o Hacienda Narro, para que no extrañe el sur del país; una inmersión en los callejones del Centro Histórico de Saltillo y su desfiladero de toxicómanos buscando lo necesario –ajeno, desde luego– para costearse una dosis de cristal; la experiencia de las clásicas riñas de fin de semana en la Bellavista; o un ecosistema ajeno a la realidad local dentro de una microcivilización, como Nogalar del Campestre.
Vivienda vertical sólo en La Herradura, pues las nuevas construcciones en el norte de la ciudad no tienen para cuando acabar. O el folclor de los mercados de la Guayulera o la Saltillo 2000 y sus dinámicas locales. Si quiere hacer política Gonzo, y vivir como viven “los de abajo”, Morelos Quinto Sector/Tejabanes es una buena opción. Aire fresco, sólo en Teresitas.
En Lomas de Lourdes, con un afán separatista que hasta parece lagunero, sus vecinos dicen que ya no caben y ninguno más es bienvenido. Así que ahí no lo llevemos por favor.
¿Dónde ubicar a Andy?
Cortita y al pie
Un desfalco de proporciones bíblicas es el ocurrido en Veracruz durante la Gubernatura encabezada por Javier Duarte (2010-2016), tasado en 61 mil millones de pesos. Sin precedentes.
A Javidú se le satanizó y convirtió en enemigo para la opinión pública (gracias, entre otras cosas, a la narrativa dudosa construida en torno a las quimioterapias de agua para niños). Permanece aún en prisión.
Y ni así se aproxima, por ejemplo, a la cifra oficial del huachicol fiscal traficado el sexenio federal anterior, de 600 mil millones de pesos.
Andy, en cambio, pese a ser señalado por su participación en la trama, inclusive hasta el modus “operANDY”, puede moverse por territorio nacional y hacer uso de sus derechos políticos.
La última y nos vamos
Cuatro veces ha estado Andy en Saltillo y nada pasó antes, durante o después de sus visitas. Ni con público presente ni a puerta cerrada o a escondidas.
No recibe a nadie ni da trato preferencial a ninguno de los militantes locales convocados a recibirle. Más bien a todos aplica el mismo rasero, pero hacia abajo. Ni les voltea a ver. Ordena acciones con dinámica empresarial, despersonalizada. Donde otros ven personas, él ve números y cifras a cumplir como meta.
Andy no necesita verborrea para hablar en público, ni recorrer el país en asambleas comunitarias en plazas públicas, mucho menos saludar, abrazar o besar multitudes, ni mostrarse afable o dar entrevistas a los medios de comunicación, ni tejer alianzas con grupos de poder. Es todo lo contrario al demagogo de su padre que abrió en 2018 la puerta de acceso al poder en su tercer intento.
Andy tiene internalizado un sistema de valores acerca de su relación con el entorno: los demás están para servirle. No tiene por qué rendir cuentas ni dar explicaciones a nadie, y mucho menos ofrecer un plan de gobierno para convencer. Tampoco mostrar una ideología definida o engarzar algunas palabras con coherencia, ya no se diga mostrarse articulado. Ni siquiera tiene redes sociales oficiales como canales de comunicación, herramienta fundamental en los días que se viven. Mucho menos se uniforma con chaleco guinda cuando todos a su alrededor lo hacen.
Se llama Andrés Manuel López Beltrán y considera que ése, su activo único, es suficiente para tomar el poder en 2030 si entonces le apetece hacerlo.
Saltillo tiene la palabra.