
Cada año, septiembre no solo se viste de fiesta patria, también despierta una alerta colectiva. En México, este mes concentra algunos de los terremotos más devastadores, como los de 1985, 2017 y 2022, además de una intensa actividad sísmica recurrente. La coincidencia ha generado la percepción de que septiembre es “el mes de los temblores”.
En este 2025, la tierra volvió a moverse: el 15 de septiembre se registró un sismo de magnitud 4.7 cerca de Salina Cruz, Oaxaca, y otro de 4.0 en la misma región. Un día antes, el 14, se contabilizaron más de 30 movimientos telúricos, entre ellos uno de 4.3 en Chiapas. Aunque de menor intensidad comparados con los grandes terremotos históricos, estos eventos mantienen a la población en alerta.
La memoria colectiva recuerda con fuerza los sismos de gran magnitud ocurridos en este mes: el de 1985 en Ciudad de México (8.1), que marcó un antes y un después en protección civil; el de 2017 en Morelos (7.1), que golpeó a la capital y a varios estados del centro; y el de 2022 en Michoacán (7.7), registrado exactamente el mismo día que los de 1985 y 2017, el 19 de septiembre.
Especialistas aclaran que no existe una relación científica que explique por qué los mayores terremotos han coincidido en septiembre. Sin embargo, la reiteración de fechas ha creado un imaginario colectivo en el que este mes está inevitablemente ligado al miedo y la prevención.
Mientras la ciencia insiste en que los sismos son impredecibles, la experiencia mexicana demuestra que septiembre no es un mes cualquiera. Entre fiestas patrias y simulacros nacionales, la población vive este periodo con una mezcla de orgullo y alerta, recordando que en México la tierra puede temblar en cualquier momento, pero que en septiembre la casualidad ha hecho historia.