
Coahuila.- Cada semana un pleito, cada siete días un muerto: la violencia en la ciudad escala de manera alarmante, y si no se empiezan a aplicar políticas públicas y estrategias puntuales, el número de casos seguirá en aumento, al igual que la saña ejercida en cada riña.
César Arnulfo de León Alvarado, director de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Coahuila, advierte que los jóvenes ya no sólo usan los puños a la hora de un altercado, sino que recurren a manoplas, objetos punzocortantes y hasta armas de fuego, situación que debe de detenerse.
"Cuando vemos este tipo de conductas, que llegan a trascender a este nivel, quiere decir que como sociedad algo está pasando, se está normalizando, porque ya vemos que los incidentes aumentan en su magnitud, es decir, va creciendo la cantidad de casos que tenemos, la tendencia es a aumentar, no disminuir, y eso nos indica que algo nos está rebasando”, asegura.
"Esas narrativas ya se están normalizando, y sí, por un lado el tema es desde la política pública, qué podemos hacer, pero también la reflexión a nivel familiar, qué estamos haciendo en casa”.
Señala que han colaborado en investigaciones con dependencias de gobierno y organizaciones de la sociedad civil, con estudios en niñas, niños, adolescentes, padres de familia e incluso, con adultos mayores, y los resultados muestran que falta trabajo de intervención y de acompañamiento social, encaminado a modificar conductas y lograr una mayor sensibilización.
"Ojalá pudiéramos evitarlo con algo rápido, siempre hay una parte estructural que puede limitar, que puede contener, que puede promover ciertas conductas, pero creo que el trabajo más fuerte que tenemos es el trabajo de cambio de mentalidad, ese va a llevar el proceso más difícil porque hay significados muy arraigados”, explica.
"Saber qué en su proceso cognitivo lo que lo lleva a decir: esta es la mejor solución, y eso tiene que ver con un tema muy complejo: con el entorno social, macro, pero también con el entorno familiar, lo micro, e incluso con la personalidad, porque luego vemos que personas que vivimos situaciones similares no reaccionamos de la misma manera”.
El estrés, la ansiedad, la pobreza y la depresión, son factores que pueden desencadenar actos violentos contra los demás y contra uno mismo, y que son las interseccionalidades las que deben ser atendidas; por ejemplo, un joven que ha sufrido violencia en casa, con situación económica precaria, con problemas de identidad, sin acceso a la educación y en un entorno donde hay drogas, es urgente que reciba atención médica, psicológica, emocional y de apoyo.