
Ayer se dio a conocer el “reporte de resultados de la medición de la pobreza multidimensional”, elaborado por primera vez por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), quien sustituyó en esa atribución al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), debido a una reforma constitucional de finales de 2024, votada sobre las rodillas y al vapor por la mayoría sobrerrepresentada de la 4T, como es usual desde el 1 de septiembre de 2024.
Esa circunstancia política, justificada en una presunta reducción de burocracia pero con el ánimo de cooptar un órgano autónomo para restarle, precisamente, autonomía, no es cosa menor si consideramos que desde las instituciones oficiales cambió el modelo técnico para medir la carencia (pese a que, en documentos, mencionan se utilizó la misma metodología del pasado), práctica que modifica la forma de vernos e identificarnos entre nosotros mismos, lo cual a la postre repercute en temas como asignación presupuestal o diseño de políticas públicas.
El estudio referido mide el periodo comprendido entre 2022 y 2024, es decir, el último tercio del sexenio anterior en el plano federal, y, en el contexto de Coahuila, el último año de la Administración de Miguel Ángel Riquelme Solís y el primero de Manolo Jiménez Salinas. La transición del poder estatal.
Bajo ese nuevo rasero, Coahuila, de acuerdo con el Inegi, es la quinta entidad federativa con menos población en condición de pobreza extrema del país, y la segunda con menor porcentaje de rezago educativo.
Y aquí viene lo interesante: también es primer lugar en menor pobreza multidimensional, por encima de Nuevo León, pese a que el estado vecino es líder en ingreso per cápita.
Asimismo Coahuila, según el Inegi, destaca en ámbitos específicos como acceso a la seguridad social, a los servicios básicos en la vivienda, y en calidad y espacios de la misma. En México nadie le supera en esos rubros. Además es cuarto lugar nacional en acceso a la alimentación nutritiva y de calidad.
Ojo. Son cifras oficiales y vertidas desde un Instituto que ha sido obligado a realizar en poco tiempo y sin recursos adicionales un trabajo que no le correspondía.
Cortita y al pie
La parte menos abundante del Cuerno de la Abundancia, como cartográficamente se representa la nación, es decir, la más estrecha del territorio continental y que se ubica en torno al Istmo y tiene a Chiapas, Oaxaca y Guerrero como la triada de estados a la zaga del desarrollo, sigue siendo, pese a las transferencias del régimen (programas sociales que se hacen llamar “becas” y “pensiones” para no llamarles dádivas) y su ventajosa posición en el pacto fiscal, la más empobrecida (cosa muy distinta a desfavorecida, pues favores sí se le hacen).
El propio Inegi confiesa: “sin transferencias de programas sociales, el porcentaje de la población en situación de pobreza habría aumentado”. Y no es cualquier cifra: un ritmo de cuatro millones de personas cada bienio.
Ello significa, no que los mexicanos tengan ahora mejor calidad de vida, sino que disponen de un cajero automático en medio de la nada que les dispensa efectivo cada dos meses, pues a eso se ha reducido el Gobierno federal.
Por lo demás, el sur profundo representa un granero de votos para la 4T que difícilmente sufrirá modificaciones en la preferencia electoral (por llamarle de alguna manera al clientelismo y corporativismo) en los próximos años.
La última y nos vamos
Mientras tanto los propagandistas y desinformadores del régimen festinan los resultados en el orden federal bajo un guion único: Bienestar redujo la pobreza.
Irónicamente, con esa misma vara para medir, Coahuila, el único estado del país que no ha sido infectado por el virus Morena, es líder en los indicadores más importantes.
¿Y los escenarios catastróficos con los cuales Morena-PT pretenden llamar la atención del electorado y avivar el resentimiento como combustible para un eventual motor de alternancia política estatal?
Fácil: Inegi los desmiente.