WhatsApp
Pronostico del tiempo
Puentes Internacionales
Twitter
Instagram
YouTube
Facebook

+

¿Por qué las protestas en Saltillo siempre acaban en Meh.?

¿Por qué las protestas en Saltillo no prenden en el ánimo social, independientemente de las pulsiones que las motiven?

  • 7

¿Por qué las protestas en Saltillo no prenden en el ánimo social, independientemente de las pulsiones que las motiven?

¿Por qué nadie saca las antorchas y sale a las calles a manifestarse, aún y cuando exista consenso acerca de un problema que afecta a la comunidad?

¿Qué se necesita para que los saltillenses se conmuevan por algo que no afecta directamente su esfera individual, pero indirectamente sí la colectiva?

Se ha escrito antes aquí: Saltillo es una ciudad peculiar. La gran mayoría detesta el conflicto y muestra de forma pasiva su conformidad con el status quo, lo cual se confunde a veces con apatía. Quien desde su individualidad intenta obtener apoyo masivo en torno a una ‘causa’, la que sea, encuentra generalmente una resistencia que puede llegar a frustrar en algún momento y como reacción culpar a terceros. Es eso, o que simplemente no ha tenido la capacidad para convencer a otros de su iniciativa.

Sucedió dos veces en la semana, lunes y sábado, en diferentes puntos de la ciudad y en horarios distintos. El agua como denominador común e hilo conductor del relato.

Sin embargo hubo 15 asistentes por evento, entre un millón 150 mil personas que habitan en la zona metropolitana y podrían llegar a participar. El 0.001%.

No se necesitan carteles más llamativos o artísticos. Tampoco consignas creativas o pegajosas. No es un asunto de estética, sino de ética.

En su libro El pensamiento sistémico; los orígenes del social-conformismo (2003), su autor, Marcos Roitman Rosenmann, expone la teoría del  “rechazo hacia cualquier tipo de actitud que conlleve enfrentamiento o contradicción con el poder legalmente constituido”.

“La destrucción de los principios éticos y de la voluntad permiten el surgimiento de la personalidad y del carácter conformista. El sistema, nuevo Leviatán, se apropia de la conciencia logrando que los individuos entreguen su voluntad de actuar y pensar al orden sistémico. El pacto social se fundamenta en inhibir conductas antisistémicas”.

Explica el autor: “lentamente se impone un orden social que anula la voluntad, inhibe la conciencia y destruye los valores éticos. Estos tres factores hacen posible la aparición de un carácter prototípico del conformista social perfectamente habituado, para quien todo vale mientras no le suceda algún acontecimiento exterior del cual sea objeto de referencia que altere su moral de vida complaciente”.

Y abunda: “tampoco nos llama la atención que se cometan arbitrariedades a nuestros semejantes cuando ellos no forman parte de nuestro entorno. Sólo cuando nos vemos afectados y advertimos que alguien puede hacernos daño, respondemos con energía”.

Por ello “el conformismo social es asumido y presentado a los ojos de todos nosotros como una actitud responsable. Es la base que une y da sentido a una vida complaciente y libre de ataduras provenientes de una conciencia ética”.

Las personas, cuando se han vuelto parte de la cultura social-conformista, “se sienten seguras cuando observan que su comportamiento no se distingue del común de sus iguales y los sondeos de opinión pública les ubican en la media. El miedo a la diferencia es lo que esconde la tranquilidad que otorga sentirse parte activa del sistema”.

“El miedo a participar por temor a sufrir penalizaciones, marginación o rechazo, puede concluir en un aceptar complaciente aquellas pautas de comportamiento enunciadas como válidas por el orden político”.

Lo anterior funciona en un contexto donde la ciudadanía, citando a Roitman, es “excluyente y elitista”, no “inclusiva e igualitaria”.

Cortita y al pie

En Saltillo se recuerdan dos marchas: la de Cinsa-Cifunsa en 1974, y la del Coahuila Digno en 2017. Hay expresiones anuales cíclicas new age, a manera de fecha establecida en el calendario, y desgracias familiares-vecinales que ocupan el espacio público momentáneamente para ejercer presión a la autoridad, al tratarse por lo regular de una petición de justicia o atención médica urgente. Pero nada más.

Fuera de ello, la furia de las redes sociales no se traslada a las calles. Las 70 cuentas anónimas que sistemáticamente y como nado sincronizado publican contenido crítico del gobierno tricolor en turno (justificado e injustificado, aunque la mayoría de las veces forzado) no logran inflamar pese a sus continuos llamados a la rebelión (sal y haz la guerra tú, desde aquí te veo yo)

Interactúan entre sí sin influenciar a otros círculos con sus publicaciones machaconas que se encargan de diseminar odio y polarizar el ambiente desde la cobardía de los seudónimos.

¿Es acaso la maldición del Indio Zapalinamé, el caudillo huachichil petrificado en la serranía?

¿Será que los tlaxcaltecas nómadas no debieron establecerse al interior del valle de las montañas azules en su día?

La última y nos vamos

Saltillo es, parafraseando a Marcos Roitman Rosenmann, “un sistema vivo con un hombre muerto”, en donde “el tiempo histórico de los individuos, se circunscribe al tiempo del sistema”.

“En este devenir el pensar, como acto de apropiación de la realidad social de conciencia individual y colectiva, desaparece o se transforma en una actividad superflua y poco útil”.

En pocas palabras: “la perdida de la conciencia”. Y eso es Saltillo.

Nos guste o no.

 

@luiscarlosplata

Publicación anterior Casa infestada
Siguiente publicación Despistados en Morena
Entradas relacionadas
Comentarios
  Estaciones ;