WhatsApp
Pronostico del tiempo
Puentes Internacionales
Twitter
Instagram
YouTube
Facebook

+

Saltillo 448: del huachichil, al Homo Carrus

De los huachichiles, al Homo Carrus; 448 años de distancia se cumplen esta semana con el aniversario de la fundación de Saltillo

  • 11

De los huachichiles, al Homo Carrus; 448 años de distancia se cumplen esta semana con el aniversario de la fundación de Saltillo; de los seminómadas cazadores-recolectores, primeros pobladores del territorio, a quienes transitan en circularidad con su automóvil como manifestación cultural.

El saltillense está condenado a circular y jamás detenerse. Del movimiento hacia la inmovilidad absoluta en una ruleta, a perpetuidad. Del olvido al no me acuerdo, parafraseando a Rulfo. Siempre tiene prisa por llegar a ninguna parte. O ninguna que justifique la prisa, en su defecto. Ansiedad social a secas.

La ciudad entera es un circuito Nascar apaisajado por construcciones inacabadas, asimétricas y anárquicas como patrón visual grisáceo de identidad urbana, plazas comerciales inoperantes, locales en renta permanente y nuevos proyectos que no fraguan ni resisten en pie más allá de tres meses.

Pese a su proclividad por el coche, cuando el Homo Carrus se desplaza, va muy cerca. No es un asunto de comodidad, ni siquiera de movilidad, sino de estatus. Es su carta de presentación en sociedad. En El Valle de las Montañas Azules la persona no vale per se, es decir, no suena por sí misma ni tiene voz propia por definición etimológica, sino mide su valor en función de lo que monta. Mi carro, luego existo.

“¿Qué carro traes?”, es la pregunta que funge como hipótesis a desarrollar, y pretende resolver una investigación antropológica y sociológica del individuo.

Entre los ultramontanos recelosos que habitan el semidesierto, el automóvil, esa burbuja de policarbonato y cristal, funge como protección de los otros, ese infierno encarnado que definió Sartre.

Hay en ese fenómeno una advertencia: puedo convivir, sí, pero desde mi coche. Independencia y autonomía mal concebidas. Individualismo en su máxima expresión. Egoísmo a secas. Libertad personal que significa segregación, en los hechos. Relaciones sociales de Drive thru.

En los tiempos que se viven la vorágine de automóviles que circulan a diario por miles en sus vialidades y representan un gigantesco estacionamiento ambulante, genera un efecto olla de presión que crispa, enerva.

No es un asunto de horizontalidad que iguala, sino de competitividad que distancia. El que acelera la velocidad de su coche cuando ve que su vecino delantero, en el carril contiguo, ha puesto las luces direccionales para solicitar el cambio de vía, a fin de impedírselo, y el que presiona con su ansiedad en las filas y aglomeraciones de cualquier tipo, aunque nada gane con ello, con la tentativa de apropiarse de un lugar que no le corresponde y pasar primero, son dos ejemplos cotidianos.

En Saltillo se replica el cliché estadunidense de “la tonta Texas”: la prioridad es el estacionamiento. El espacio público al servicio privado.

Nuevas concesionarias de vehículos chinos aterrizan como kamikazes. Tramos kilométricos de alta velocidad y puentes que incitan a correr ganan terreno en la mancha urbana, donde no existe ninguna posibilidad para transitar de otra forma. Se proyectan vialidades nuevas, flujos y contraflujos. Se milimetra cada espacio de superficie asfáltica que pueda ser ocupado.

Los pasos peatonales, epítome de la vergüenza pública, son elevados, no a nivel de suelo, por una cuestión de prioridades: quién pasa primero sin detenerse.

Nadie está dispuesto a bajarse del auto pese al boom expansivo de vehículos que, de una década a la fecha, se duplicó y embotelló las vialidades. El habitante de Saltillo, una vez adquiere un vehículo, por más austero que sea este, no vuelve a subirse al transporte público ni en defensa propia.

Lo que no perdona, en cambio, es cambiar de carro cada tres años al menos, como dictan los cánones de la urbe. No se trata sólo de poseer uno, hay que actualizar el modelo cada cierto tiempo para no desfasarse. Es un círculo vicioso del que pocos escapan.

En circunstancias que no suelen ser tan excepcionales, hay hasta media docena de coches por domicilio y esto, por increíble que parezca, no es un asunto de nivel socioeconómico alto, sino de representación social en la metrópoli. Una interacción enteramente subjetiva. El “qué dirán” no es retroalimentación, sino prejuicios.

En el municipio que abandonó el provincianismo en los ochentas gracias a GM y que gradualmente se convirtió en un corredor de armadoras de automóviles, hay personas que invierten un tercio del día en lavar su auto (lo duchan, lo cepillan, lo exfolian, le ponen crema, le cantan al oído, extienden sus brazos sobre el capot para abarcarlo en un mímico abrazo). Otros, por su parte, más de una ocasión a la semana le mantienen con el cofre levantado durante largos periodos, en el exterior de su vivienda, simulando reparaciones mecánicas interminables como un trabajo de Sísifo que, en lugar de ocasionar hastío debido a lo repetitivo, cumple una función: les mantiene ocupados en algo. No en cualquier cosa, sino en algo importante: el auto; el centro de la comunidad.

Hay carros yonkeados en cada calle, de cada manzana, de cada sección, de cada distrito, de cada sector de la ciudad. La superficie asfáltica es ocupada por él en todo momento. Nadie es capaz de deshacerse de uno.

Lo convencional es circular en coche por la misma ruta sin observar el entorno; salir a batirse en duelo por un lugar de estacionamiento, y a matar o morir en las vialidades. Hasta las nuevas formas de intentar el suicidio, hábito sin freno y distintivo de la comunidad, se relacionan con la supremacía del automóvil: aventarse al vacío desde las alturas de puentes peatonales o vehiculares, o conducir con embriaguez absoluta y los sentidos aletargados un coche a velocidades supersónicas directo a la muerte.







Cortita y al pie

¿Ha escuchado usted hablar a un saltillense promedio más allá de sus monosílabos evasivos o breves comentarios forzados acerca del clima?

Gran parte de la narrativa la compone su trabajo en la industria automotriz, expectativas acerca del mercado del automóvil, nuevos modelos como objeto de deseo, o fábricas que llegan y se van. Todo gira en torno a lo mismo. El Homo Carrus (hombre carro, del latín) es un tema de estudio. Hoy como ayer, facilitadores del opresor, como los tlaxcaltecas que constituyeron San Esteban de Nueva Tlaxcala.







La última y nos vamos

Acaso la mayor tragedia civilizatoria: caravanas de coches para festejar un cumpleaños, o una graduación, o un baby shower, circulando alrededor de la casa del festejado sin bajarse del auto por un asunto de sana distancia mal entendida entonces, tiempos de pandemia, con ánimo de carnaval descafeinado, es decir, claxonazos, globos y desechables.

Lo que hoy a la distancia podría parecer ridículo, resume la dinámica social en Saltillo 448 años después.

Publicación anterior Isaac del Toro vuelve a embestir y conquista la Clàssica Terres de L’Ebre de Cataluña
Siguiente publicación Ciudades capitales
Entradas relacionadas
Ver noticia

Los pone a temblar

Ver noticia

Ciudades capitales

Ver noticia

Saltillo 448: del huachichil, al Homo Carrus

Comentarios
  TV en Vivo ;