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La boda del Bienestar

La vida personal de los políticos no es ni debería ser tema de agenda pública en ningún aspecto, ya que también tienen derecho a la privacidad.

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La vida personal de los políticos no es ni debería ser tema de agenda pública en ningún aspecto, ya que también tienen derecho a la privacidad. Sin embargo, como ha establecido la Suprema Corte, los límites de crítica e intromisión son más amplios si refieren a personas que, por los cargos o por el rol que desempeñan en una sociedad democrática, están expuestas a un control más riguroso de sus actividades y manifestaciones que aquellos particulares sin proyección pública.

Particularmente cuando les aflora la incongruencia, como es el caso de los protagonistas de la llamada —por el periódico Reforma— “boda del Bienestar”: Cecilia Guadalupe Guadiana Mandujano y Américo Villarreal Santiago, celebrada el fin de semana. Ahí no puede quedar circunscrita al suplemento rosa dominical.

La Senadora que representa a Coahuila y el tamaulipeco, que todavía ocupa la delegación federal de Bienestar en el estado, ofrecieron un convite propio de un México colonial, de haciendas y hacendados. De ostentosidad y lujo inaccesible para la mayoría (el refinamiento es cuestionable, pues se puede llegar a confundir lo grandioso con lo grandote, como ironiza Jorge Ibargüengoitia).

En otras circunstancias no debería representar un problema tener y gastar (con independencia del origen de los ingresos), no obstante quienes asumen el apostolado Morena —y lucran con él bajo la doctrina engañabobos del pobrismo— se obligan a encarnar de cuerpo entero y las 24 horas del día una pobreza franciscana y justa medianía en su actuar, ya que la única razón de ser no debería ser la vanidad sino ayudar al prójimo. Compartir su pan con el menesteroso, no darle a este las sobras o caridad en forma de dádivas.

Esa creencia judeocristiana, mañosamente adoptada por el partido que se llama como la referencia de la Virgen y pontifica sobre austeridad, ha sido enterrada por un espectáculo de clases sociales que evoca las más rancias tradiciones coloniales en los llanos de Apan, Hidalgo, lugar elegido para quitarse las máscaras.

-Tranquilo men, es solo una fiesta temática, podrán decir algunos en su defensa.

Pero el asunto es más complejo que eso. Como régimen, exigen por un lado disculpas a la Corona española por la conquista, y por el otro, como miembros activos, reviven costumbres del Virreinato: la servidumbre y sus dueños en la Hacienda Zotoluca; familias adineradas que se trasladan en helicóptero, o camionetas blindadas; el patrón disfrazado de charro; los peones que se venden con todo y finca… y duermen en las caballerizas.

“Muera el clasismo”, gritó Obrador desde un balcón de Palacio Nacional, con la bandera en mano. “Muera el racismo”, secundó. La hija del finado Senador y el hijo del Gobernador de Tamaulipas en funciones, en cambio, han consumado la planeación de un evento con fines apoteósicos. La distinción de una pareja entre las masas y la exclusividad como barrera ante Los Otros. Signos de farándula similares a adoptar un trato de figura pública como un futbolista o un cantante que se debe a sus seguidores y aún así hace lo posible por alejarse de ellos porque le estorban en ese momento. De Whitexican, esa caricatura estereotipo que se asocia con los grupos conservadores alejados de la realidad social, ensimismados en una fantasía aspiracionista dentro de una burbuja.

Todo eso que supone desterrar Morena, como plataforma.

En la actualidad, inmersos en la civilización del espectáculo, del adolescentrismo digital, cada paso, cada acción diaria, por nimia que sea, se captura en fotografía y video para su posterior difusión en redes sociales.

Por ello eventualmente se podrá saber la información que se suele buscar para saciar el morbo y hacer conjeturas: Quiénes fueron a la boda del Bienestar. Dónde se sentaron. Cómo vestían. Qué comieron. Es decir, los entretelones del zoológico de humanos que simbolizan esas celebraciones, pese a la requisa de aparatos electrónicos a los invitados para conservar la secrecía y ocultar la opulencia.







Cortita y al pie

El extinto Mauricio Fernández Garza, uno de los hombres verdaderamente ricos y de abolengo en el norte del país, sin necesidad de huachicol fiscal o carbón rojo, lo expresó con economía de palabras: “No es posible, las bodas, es una competencia social; unas ‘bodonas’ para mil gentes (sic) que te cuesta una verdadera locura de dinero. Es una desubicación tremenda”.

Por separado, a Claudia Sheinbaum se le preguntó durante una conferencia mañanera, dos días después al relanzamiento del PAN, sobre la pertinencia de dicho acto en la fecha que se realizó, 18 de octubre, y su respuesta no tiene desperdicio: “muy poca sensibilidad el día que lo hicieron, para empezar; hay decenas de miles de familias damnificadas, con problemas, y en medio de eso, pues se hace; podrían haberse esperado 15 días, ¿no?, hasta que definiéramos que la emergencia se levanta; yo creo que eso habla, pues, de su visión y de su falta de sensibilidad y amor al pueblo”.

Esperarse a noviembre, básicamente proponía.

Entre el 24 y el 26 de octubre se celebró la boda del Bienestar. Usando el mismo rasero, no podría ser diferente su opinión al respecto.







La última y nos vamos

Es obvio: no son personas de una sola pieza (ni que fueran cacha de venado). Son, por lo demás, una amalgama de intereses que no resiste la mínima prueba de congruencia ideológica, no se diga ya un revisionismo exhaustivo.

Ahora bien, volviendo al PAN, y parafraseando las palabras expresadas en un comunicado local del partido a propósito de Mejía Berdeja, Cecilia y Américo “no tienen cabida en ningún espacio serio”.

De antemano se sabe, aunque no está de más recordarlo a propósito de la unión de patrimonios.

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